Pensé mucho en escribir este texto. Sin embargo, y en memoria de los fallecidos, es necesario que se piensen en responsables de la tragedia que ocurrió en la Torre de Pemex.
Como reportero de temas de Energía he sido testigo de la forma fría en que se conducen los empresarios y ejecutivos, toman decisiones, cortan cabezas, eliminan a sus oponentes del mundo de los negocios.
Desconozco hasta qué punto puedan llegar a querer a sus empleados, a la gente que los tiene ahí, arriba; sobre todo cuando son funcionarios, cuando no iniciaron esa empresa y cuando sólo por acompañar a alguien en su campaña política, se les da esa posición.
37 muertos y muchos heridos es una huella que jamás podrá borrarse Emilio Lozoya, director general de Pemex, quien ahora tiene grandes tareas pendientes al frente de este monstruo de mil cabezas.
Un analista, amigo mío, me comentó algo que simplemente describe la disyuntiva que tiene en frente: "si resulta que fue un accidente (la explosión), que renuncie Lozoya".
Sin conocer personalmente a Lozoya, sé que no lo hará, así como Juan José Suárez Coppel no renunció por los muertos en San Martín Texmelucan, la explosión del centro receptor de gas LP en Reynosa, ni otras tantas historias de terror que dan cuenta de la putrefacta situación estructural de Pemex y que ha costado la vida a sus
trabajadores.
Pero el reto está ahí, y la herida seguirá doliendo. Falta de mantenimiento, problemas de seguridad, una mala decisión, una orden mal ejecutada, lo que haya sido, tiene un responsable.
La explosión en Pemex nos tomó a todos por sorpresa. El emblema que resulta para el país la Torre Ejecutiva de Pemex se antoja para cualquier teoría.
Pero la forma en que las autoridades han manejado la información sobre el estallido e Pemex es simplemente deplorable.
Dan permiso a sospechas infundadas y no resulta clara la finalidad de esta cerrazón. "Los peritos siguen trabajando", "no especulen", “fue el gas”. Queremos la verdad, más de 150 familias y un país conmocionado lo demandan, eso es todo.